domingo, marzo 12, 2006

La importancia de llamarse Dick o "pasión descafeinada"

Bueno, por fin han pasado los meses de pasiones intensas, de sintigos ni contí, de "tu eres la mujer de mi vida", de emails de dos páginas, de los "si tu tienes un corazón de oro", de posts lloriqueadores, de los "que bonito tío"... resumiendo: tras los portazos, ríos de tinta y enumeraciones demasiado largas... todo ha vuelto a su cauce: bendición de eterno retorno, maravilla del pagano sentido cíclico del tiempo...

Vane y yo seguimos cortados, pero hablamos a menudo y bastante bien; con Aimar, como en una espiral, hemos vuelto a un punto parecido al anterior pero más próximo: ella sigue boicoteando incoscientemente su relación con su novio. Cuando consiga que se acabe y parezca un accidente, se empezará a rozar con algún tipo majo, al que le tomará cariño y que upgradeará a novio... yo ya solo pido el siguiente no sea alemán.

Esta es la casa del amor, aqui se representa (con gran éxito de crítica y público) la obra titulada "pasión descafeinada"

El tema Jumis está muy distraido. Últimamente he estado releyendo a Oscar Wilde y esto es una gran ayuda para entender a los estudiantes jóvenes, adinerados y anglosajones. En fin, que no hace falta ir al teatro viviendo en la casa del amor:

Este novio nuevo que tiene es como un Steve Urkel (no en lo feo, sino en lo de estar todo el día por el kelo) y ¡sorpresa!, me está empezando a caer bien. Empezamos con mal pié porque, al principio, a Dickerson le gustaba darle besos a Jumis y gritarme a mi... debían ser las hormonas... el caso es que daba la impresión de estar enmedio de una berrea. Sí amigos, los jovenes norteamericanos gritan para atraer la atención de posibles parejas y desanimar a sus rivales. A mi se me hacía muy raro y no sabía cómo explicarle que se había equivocado de especie. Los linces no berreamos, no es nuestro rollo... ahora, eso si, cada vez que un collie nos ladra en el oido, no podemos evitar visualizar profusión de sangre.


Ahí al fondo se puede ver mi columna de pegar patadas, en primer plano Jess, Panic y Johnny

Todo mejoró cuando Dick me vió practicar. A una columna de madera del sótano le he enrollado un par de abrigos viejos con cinta aislante. Cuando no puedo ir a taekuondo (o cuando vuelvo con ganas), practico pataditas, desfogo adrenalina y es como divertido. Pues resulta que el taekuondo, además de bueno para la flexibilidad, también mejora las relaciones sociales. Desde que me vió pegándole patadas a un trozo de madera, no solo dejó de gritarme, sino que se ha vuelto todo cumplidos, "hola Miguel", "España debe ser un país maravilloso", invitaciones a cigarritos y sabios consejos "las mujere son malah, no te fie de ninguna"... en fin un Sol.

Lo perdoné del todo cuando vi que la inefable señorita Jumis se aburría y había vuelto a montar algún tipo de circo emocional usándolo de mascota (algo como no dejar al chaval dormir en su cuarto, ir a una fiesta a casa de su ex, o cualquier otra cosa divertida que se le hubiera podido ocurrir para animar el sábado). Bien en su papel, ayer por la noche, Dick hizo algo digno de la telenovela más casposa y yo, que en el fondo soy un romántico, no pude evitar cogerle cariño.


Esto es de un conciertillo muy majo al que fui, más productivo que sufrir de amor, me dedico a la vida cultureta.

Dick comenzó a beber de manera que siempre se le caía un poco de bebida por la cara y el cuello (dice la guía intelestelar que de esta forma los humanos -de genero masculino- expresan dolor emocional), luego nos obsequió con una excelente inmitación de borracho incapacitado... ¡pero esto era solo su método stanislavsky particular! El show propiamente dicho comenzó cuando Jumis volvió de su fiesta e incluyó: gritos de "vamonos de aquí, vamonos, por favor", salir a la calle en camiseta (justo este sketch le quedó un poco deslucido porque el calorcillo ha derretido la nieve), andar por la calle con una botella vacía (la emoción está en que lo pudiera ver la poli), ponerse agresivo con cualquier conocido (excepto con los que podríamos embarcarle la cabeza encima de un armario, claro)... el climax de la obra se consiguió con un clásico: las amenazas de ponerse a conducir borracho.

Yo, al principio, quería ver semejante suicido histérico... pero a la quinta vez que entró en el salón a buscar, a tirar o a recoger las llaves de su coche, ya solo me daba lastimica... ¿Qué trabajo le costaba a la Jumis darle un par de besos a la criatura? ¿Cuánto más lo haría humillarse antes de dejarse echar un polvo? Conforme se repetían los numeritos, Jumis disimulaba peor su satisfacción. Dick sacrificaba su dignidad para Jumis y ella se complacía de que quedara claro que todo esto era por ella, por su amor.
Me pregunto cómo se lo habrían montado sin público.

Si no hubiéramos estado allí, ni Dick habría podido inmolar su orgullo, ni Jumis mostrarnos su poder... quizás hubieran acabado hablando... quizás Dick le hubiera dicho "¿pa qué vas a casa del capullo ese, que además pasa de tí, pedazo de petarda?" y quizás ella le hubiera respondido "jo, niño, es que ha sido mucho tiempo, me cuesta desconectar y, desde chica, necesito toneladas de atención"... entonces él podría responder "coño, eso lo entiendo, pero no me niegues encima la entrada a tu cama, que se me ocurren un par de cosas para ayudarte a "desconectar", je, je"... "pues no suena mal, ¡vamos a ver que se te ha ocurrido meloncio!".


Un desayuno - veneno de la biblioteca descompone menos el estómago que los melodramas caseros.

En mi universo paralelo Dick y Jumis no son gilipollas, solamente "están en condiciones poco favorables para el sentido común". En el mundo real, todo es diferente. Sin público, él habría dado un portazo y ella habría tenido su vida totalmente destruida un sábado más... cuando alguien no sabe lo que quiere ni lo que siente, es un poco difícl pedirle empatía (o simple sentido común). En fin, que cuanto más veo la obra "pasión descafeinada", más me alegro que el director solo me dejara un papel de público.

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