martes, enero 31, 2006

Que bonita es la convivencia

Cuando apoyé la cabeza sentí algo caliente moverse debajo de la funda de la almohada. Tendría el tamaño de una salchicha alemana muy gorda. Fue entonces cuando supe que había puesto la cara encima de una rata doméstica (hamsters los llaman sus dueños para evitar que los compañeros de piso los muelan a palos siguiendo su instinto natural). ¿Cómo había llegado a esa situación? ¿Que combinación de circunstancias habían conducido mi desatinado herrar hacia aquella habitación fría, húmeda y oscura, dónde compartía lecho con, al menos, una rata (pero probablemente dos)?.
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Si la situación os parece demasiado miserable, incluso para mi, es porque todavía no he escrito la palabra clave, aquella que dota a la historia de cuerpo y verosimilitud: mujeres.
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Retrospectivamente, reconozco que no supe valorar en su justa medida las pistas del email de mi compañera de piso, yo creía que la frase "aquí estamos muy excitados por tu llegada" era otra formalidad entre las muchas que componen el discurso anglosajón... pues no, esta vez era en el más estricto sentido de la palabra... porque o me estaban esperando o son las más rápidas al este del misisipi.
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Del aeropuerto me recogió Leatha (no se como se pronuncia, estoy por llamarla Alicia o, más fino, Verdad -que me han dicho es su significado en griego-). Ya la había visto una vez antes, cuando Florian y yo visitábamos la casa para ver si nos gustaba y ella salía de la ducha envuelta en una toalla. La segunda vez fue en el aeropuerto. Alicia llevaba gafas de sol grandes y un abrigo marrón. Estuvo superamable y muy conversadora, además conducía (cada vez que una mujer me conduce en su coche me enamoro un poco de ella... no sé, dan un aire como de independencia, de control y de sabiduría... me encanta el gesto de mirar en un cruce, levantando un poco la cabeza y, de un movimiento decidido, torcer más el volante para salir... a Alicia se le ponía cara de "venga, claro que sí muchacha".
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Al llegar a casa, Alicia me estaba contando cómo un tipo había tratado de ligar con ella (sin gracia y con poca paciencia) en una época en la que ella tenía novio. Como parecía descontenta con el sistemático acoso que sufría por parte del género masculino, yo le iba a decir que un truco muy bueno para que no le pasara tanto es que se quitara esa costumbre de mirar tan fijamente a los ojos de su contertulio y de hablarle tan de cerca, que da pie a equívocos, además con esos ojos tan azules y tan bonitos y esa cara de muñeca... decidí no decir nada porque iba a parecer que le estaba tirando los tejos yo también y ese metadiscurso me dejó embobado por un rato como al taxista del otro lado de la cama: "osea que la respuesta a la interacción comunicativa en la que A trasmite a B su hartazgo puede ser a la vez consejo para evitarlo y contribuir a su incremento... ¡que grande!".
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Ese día me fui a hacer papeleos, volví a casa y me fumé un cigarrito con Alicia (creo que he hablado más con ella que con toodas mis compañeras de clase del primer cuatrimestre) y a ver a mis compis internacionales a un meeting (de los de comida gratis, que no me quedaba ni dinero ni viandas). Cuando volví, tarde y con un puntito de la casa de otros internacionales, había una fiesta de cumpleaños en la que una chica algo borracha -la del cumple- me acosó.
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Yo estaba allí que ni quería hacer un feo, ni me disgustaban los magreillos, pero que tampoco me acababa de parecer ni medio bien aquella chica (gritaba como un cerdo en una matanza). Para acabar de caerme bien, cuando Alicia llegó, ella intentaba que no habláramos y sacó, como quién no quiere la cosa, el tema del novio de Alicia (actual?). En un momento a Alicia le pudo la presión y se fue corriendo y la cumpleañeada la persiguió corriendo también... yo, que soy muy intuitivo, decidí que eso de que la gente se eche a correr era un síntoma de ambiente cargado y que resultaría prudencial irme a la cama (y sacarme el calentón bombeando).
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En eso estaba cuando la cosa gritosa o la cosa que acosa entró en el cuarto y se metió en la cama."Así se las ponían a Alfonso XII", pensé. Pero no, ella no quería un polvo, quería gustarme. Cuando se dio cuenta que más allá de un polvo habría poco que rascar decía "no se, no se". Al segundo no sé, me di la vuelta y me dormí... cuando me desperté, el dinosaurio no seguía allí.Al día siguiente fui a las clases y ¿a que no adivináis quien es mi compañera en sociología de la cultura? Sip, la cosa que acosa. Me di cuenta cuando una voz dijo "¡¡Vive en mi casaa!!". El profesor enseguida le encargó que me ponga al día con el programa y lo que llevo retrasado...
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"Miguel are you OK?" preguntaba el cabrón del profesor. Si, si claro, perfecto! y ¿porqué no me atan también a un palo y me dan doscientos latigazos? Encima es un relativista que dice "la gente muere haciendo el idiota en la montaña o volándose los sesos en la ruleta rusa... no es maravilloso el ser humano?" (bueno a cambio de ponerme de tutora a la cosa que acosa, le desmonté todo el rollo del relativismo ese con sus propias palabras... se le puso cara de "que Bien, estudiantes internacionales, viva la aportación multicultural").
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Por la tarde estuve en casa y me encontré con Alicia. Entonces fue cuando empecé a pensar que no es que mirara así a todo el mundo, es que yo le gustaba. Le dije de ir al cine, y fuimos. Como la peli tardaba en empezar, tomamos un cafe en mi sitio favorito y estuvimos charlando. Bueno, en realidad nada de esto explica qué hacía yo en la habitación del pánico... mañana, mañana Posted by Picasa

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